La industria informática, que algunos han dado en llamar “del conocimiento”, es un sector de actividad que, en términos meramente económicos, tiene un “insumo” dominante que supera a cualquier otro costo y/o inversión: sus trabajadores, dueños de los conocimientos y las capacidades que dan vida y hacen funcionar a las empresas de software. Se trata de una industria donde las empresas pueden llegar a valer miles de millones de dólares con una infraestructura relativamente simple -sobre todo comparada con otras que requieren grandes maquinarias e infraestructuras complejas- y con pocos trabajadores en relación a los altos valores bursátiles que poseen las más grandes, que hoy encabezan el ranking de empresas argentinas.

A pesar de que el motor fundamental de la industria sean, efectivamente, los trabajadores y sus herramientas intelectuales, lo que vuelve tan fundamental el debate sobre la formación, existe en la actualidad poca claridad en cuanto a cuáles son los roles ocupacionales, las categorías y las competencias necesarias para ocupar un puesto de trabajo o para ascender en una empresa. Un mismo trabajador, con las mismas competencias, puede ser llamado de múltiples maneras y se le pueden atribuir roles muy asimétricos con sólo migrar de una compañía a otra. Más complejo es el panorama si tenemos en cuenta los roles que algunas empresas definen que no tienen un correlato en ningún otro lugar: puestos como “Strategy Support Tribe Lead” o “Junior Advanced” son categorías que sólo algunas compañías deciden usar por motivos propios y que no tienen un correlato claro con criterios consensuados con la comunidad académica, los trabajadores y el Estado. La capacitación para el trabajo, las distintas homologaciones, la carrera académica y científica y los contenidos pedagógicos son herramientas básicas para que los trabajadores sepamos cuáles son nuestros pasos a seguir para desarrollarnos como profesionales.

Hoy, las empresas tienen libertad para inventar, eliminar, agregar o modificar puestos, cargos, nombres, categorías y roles de cualquier lugar de trabajo, algo que aunque pueda parecer trivial, no lo es de ninguna manera y afecta tanto nuestro progreso como profesionales como nuestros salarios, licencias y derechos previsionales: a cada categoría y rol le cabe una responsabilidad, obligaciones y retribución salarial, y si esos roles son arbitrarios también lo serán las obligaciones y los sueldos.

Esta falta de estrategia da lugar a abusos, algunos de ellos muy extendidos: juniors que cobran como junior, pero trabajan como senior, trabajadores semi senior que nunca son ascendidos a senior, trainees a quienes les exigen conocimientos de junior, trabajadores en “bench” o “shadow” sin posibilidad de avanzar y con un techo que no los deja crecer y los obliga a rotar lo cual, a su vez, empobrece la calidad de la industria. La permanente rotación dificulta la consolidación de equipos de trabajo y, por consiguiente, la calidad del trabajo.  

Asistimos, además, a un progresivo deterioro de la calidad de formación de nuestros informáticos: se ha puesto de moda ofrecer cursos de pocos meses con la promesa de una supuesta salida laboral inmediata, que no hace más que desalentar a quienes luego de poner gran esfuerzo en hacerlo, se terminan encontrando con un mercado hipercompetitivo, con gran oferta de trabajadores con poca formación y con empresas que (muchas veces razonablemente) les exigen mucho más de lo que aprendieron en esos cursos. A esto se suma que algunos inescrupulosos contratan trainees por salarios muy bajos (a veces incluso los contratan sin salario, “para aprender”), lo cual complica aún más el panorama para los jóvenes que buscan su primer trabajo informático.Tarde o temprano toda esa masa de jóvenes se frustra y vuelve a su casa convencido de que es un problema suyo, desconociendo que se trata de un mal diseño de los programas de formación y de las deficiencias de la industria que no hemos sido capaces de abordar y resolver.

Mapa ocupacional

Según la definición más tradicional, un mapa ocupacional describe las ocupaciones y las tareas según el área de desempeño y nivel de cualificación de los sectores, subsectores y/o áreas productivas. Se trata de una clasificación básica y general a partir de la cual se diseñan tanto los roles concretos que toma un trabajador en alguna rama particular de actividad como lo que debe formar parte de una currícula académica, sea una carrera universitaria, un curso o un oficio. Además, tiene directa relación con la correspondiente retribución según la capacitación del trabajador. No es lo mismo contar con título universitario e idiomas que sólo contar con un curso semestral, del mismo modo que toda nueva capacitación debe ser remunerada. Por otra parte, un nuevo ascenso en el escalafón y categoría trae aparejado un nuevo salario, derechos como antigüedad o plus por título, licencias, días de estudio y beneficios.

Todo ese conjunto de aspectos son los elementos fundamentales de un buen diseño de un mapa ocupacional y de su correcta implementación en el lugar de trabajo. Es un trabajo que debe ser abordado, además, en conjunto con el Estado y especialmente con todos los distintos niveles académicos, debido a la relevancia que tiene para los diseños pedagógicos y las competencias laborales. En un momento en el cual se insiste con la necesidad de formación y de retención de los mal llamados “talentos”-que en otras palabras no es más que la realización personal y las oportunidades de crecimiento profesional del trabajador- resulta paradójico que no se aborde una estrategia que contemple todos los aspectos del crecimiento intelectual de los informáticos con los actores que necesariamente participan de cualquier esquema formativo.

¿Cómo crecer?

Creemos que en la actualidad no existe un sendero claro que el trabajador pueda seguir, confiando en que podrá ir superando etapas que lo llevarán, gracias a su esfuerzo, a mayores grados de responsabilidad y aprendizajes.

¿Cómo lograrlo? En nuestra opinión, se debe construir un circuito y un modelo formativo duradero en el tiempo y que le sirva a los trabajadores, a las empresas y al entramado educativo nacional, tanto público como privado. Sostenemos que para cumplir con los objetivos de “retener talentos” o, como preferimos decir, que el trabajador y su familia pueda crecer, desarrollarse y ser feliz en su trabajo es necesario trabajar en una batería de consensos básicos sobre cuáles son los roles, las competencias asociadas y las responsabilidades, y que todo ello se encuentre plasmado en el marco de un convenio colectivo de trabajo, único instrumento que regula y ordena tanto los saberes profesionales como los derechos y obligaciones de los trabajadores. En orden de lograr un mayor grado de armonía y de que los informáticos puedan tener un horizonte claro, los principales actores de la industria -empresarios, trabajadores, instituciones educativas y Estado- debemos definir conjuntamente un mapa ocupacional que defina y ordene el actual estado de cosas.