Por Gabriel Baum*

El desarrollo tecnológico y económico del capitalismo ha sido pensado, diseñado y conducido por empresarios del norte global. En las últimas décadas, esto ha sido realizado por unos muy pocos empresarios tecnológicos (en sociedad con financistas y militares) que se han convertido en una oligarquía global y han profundizado de manera extraordinaria la desigualdad en todos sus niveles (entre países y entre clases dentro de los países). Este fenómeno de concentración inédita de la riqueza redunda en un aumento de la pobreza y de la precarización del trabajo, y en un estancamiento de la economía a nivel mundial. Son muchos los autores que señalan que la caída de la productividad de la economía norteamericana y europea se debe a este fenómeno de superconcentración de la renta y de caída en el crecimiento y nivel de vida de la población.

La “sociedad del conocimiento”, también llamada “capitalismo informacional”, es la economía basada en la producción de bienes y servicios digitales, producto la revolución de las TICs de fines de los ‘70, y que tuvo su impacto máximo en la década 1994-2004. Se trata de un sistema tecnológico (o un conjunto de ellos) que ha posibilitado un extraordinario y monstruoso desarrollo del capitalismo que está causando un verdadero desastre social y ecológico. La pandemia del coronavirus ha mostrado esta realidad más allá de toda la crueldad imaginable.

Es momento de recoger el desafío del papa Francisco en la encíclica Laudato Si y pensar las cosas desde otro lugar: el lugar de los trabajadores del Sur Global, y muy especialmente de los trabajadores que conocen y desarrollan estos sistemas tecnológicos informáticos. En contraposición a los capitalistas del Norte global, la inmensa mayoría de los trabajadores del Sur no actúan por el interés de maximizar ganancias ni de dominar los mercados y regiones, sino de trabajar y vivir dignamente, generar recursos técnicos para que otros puedan generar bienes y servicios para la sociedad con su trabajo, cuidar el planeta y la dignidad de las personas. Los trabajadores organizados deben encabezar la resistencia frente a la obscena desigualdad y concentración de las riquezas, el avasallamiento de los derechos sociales, incluyendo los  digitales, como lo han mostrado una y otra vez los trabajadores de Google, Facebook, Amazon y otras compañías.

Los trabajadores tecnológicos del Sur Global, están interesados en contribuir a la eliminación de las desigualdades extremas que afectan sus países y a cuidar los recursos naturales; terminar con la dependencia y construir la soberanía nacional, económica, política y tecnológica de las naciones del Sur, promover la educación y la capacitación de toda la sociedad, pues consideran que la educación en ciencia y tecnología es un derecho social en la “sociedad del conocimiento”.

Miradas desde este lugar, las TIC deben ser usadas para potenciar el trabajo humano y no para desplazarlo; la inteligencia artificial es mucho más importante para mejorar el aprendizaje de los niños que reemplazando un telefonista en un banco, o asistiendo en la interpretación de las imágenes médicas que robando los datos y violando la identidad de los usuarios en las redes sociales. Es decir, las nuevas tecnologías pueden mejorar los trabajos y crear nuevos, se trata de una cuestión de objetivos... si los únicos objetivos son aumentar la tasa de ganancia y la dominación entonces se pierde la riqueza social; por el contrario, si se pretende la igualdad y el cuidado de la casa común, la independencia de las naciones y la soberanía de los pueblos, entonces hay una infinidad de oportunidades para el crecimiento, la justicia social y ambiental. Y las tecnologías de la información pueden y deben ser parte de la solución.

Establecer una concepción del desarrollo tecnológico – y en especial de las TIC – por parte de los trabajadores informáticos del sur global es fundamental para generar una política que tenga como principio básico utilizar el desarrollo de las TIC como infraestructura de la sociedad basada en el conocimiento. El gráfico siguiente ilustra este punto de vista.

Los trabajadores tecnológicos son considerados habitualmente por sus “superiores” (patrones o jefes) como Recursos (a veces adjetivados como Humanos, a veces no) o más elegantemente como “talentos”, cuyo rol activo consiste en producir código de programas o integración de elementos técnicos o diseñar soluciones técnicas a problemas; pero nunca, decidir sobre la finalidad o plausibilidad o ética de sus esfuerzos laborales, que por lo general son muchos y no siempre dignamente remunerados. Sin embargo, es el trabajador tecnológico quien produce y “da vida” a los complejos artefactos, muchas veces intangibles, que conforman la base material de la “sociedad del conocimiento”. Se trata así de un proceso de enajenación en el sentido que Carlos Marx definió en sus Manuscritos de 1844: "El objeto que el trabajo produce, su producto, se presenta como algo opuesto a él, como una fuerza independiente del productor".  En la medida que los trabajadores participen en la definición de las finalidades y trayectorias tecnológicas del fruto de sus trabajos, la creación de riqueza social estará al servicio de las mayorías, y consecuentemente de la independencia, la soberanía y el cuidado de nuestra casa común.

Construir un genuino avance tecnológico y un desarrollo de la sociedad del conocimiento socialmente justo y ecológicamente sustentable requiere que en los directorios de organismos y empresas públicas destinadas a las TIC, participen representantes de los trabajadores, al igual que en las cooperativas y en las  empresas privadas con fines de lucro. Países que han avanzado en su desarrollo económico y tecnológico como Alemania, Japón y Finlandia incluyen, de un modo u otro, a los trabajadores en las conducciones de sus grandes empresas.

Es necesario desarrollar un programa político y tecnológico desde la organización de los trabajadores informáticos

Pensar el futuro desde la perspectiva de los trabajadores tecnológicos del Sur Global implica romper con el mandato neoliberal-colonial del lucro y la destrucción de la naturaleza. Es necesario desarrollar un programa político y tecnológico desde las organizaciones que agrupan a los trabajadores tecnológicos, en conjunto con el resto de los trabajadores y los gobiernos populares que se propongan liberarse de la dependencia, sumando también a las organizaciones que agrupan a las empresas nacionales, los científicos y tecnólogos, los docentes y estudiantes, y todas las organizaciones populares. En esta perspectiva podemos proponer algunos lineamientos para un programa que oriente los esfuerzos de los trabajadores informáticos basado en los lineamientos del Buen Vivir, de la encíclica Laudato Si, la soberanía nacional y la justicia social:

  • Promoción de la organización gremial y política de los trabajadores informáticos, y tecnológicos en general.
  • Participación activa y formal de los trabajadores en todos los niveles de decisión relativos a la definición de las trayectorias tecnológica de los países.
  • Desarrollo tecnológico y sus productos considerados como bienes sociales y no como puros objetos de lucro, privilegiando el cuidado de la Naturaleza.
  • Garantía de acceso universal como bienes públicos a las redes informáticas y los servicios sobre las mismas.
  • Promoción de las tecnologías abiertas y libres.
  • Educación técnica como derecho social integrada a todos los saberes.
  • Desarrollo de la industria informática como infraestructura para una sociedad justa, democrática y sostenible con principal énfasis en el Desarrollo Humano y la Soberanía Tecnológica de las Naciones.
  • Desarrollo de la infraestructura técnica de comunicaciones y servicios fundamentales a cargo del estado en todos sus niveles, garantizando el acceso equitativo a toda la sociedad.
  • Promoción de la investigación y el desarrollo tecnológico principalmente orientado a la solución de los problemas económicos, sociales y culturales de las sociedad, especialmente de los más humildes.
  • Promoción del desarrollo de las cooperativas de trabajo y de servicios, y de las pequeñas y medianas empresas orientadas a la solución de los problemas económicos, sociales y culturales de las sociedad, especialmente de los más humildes.

* Gabriel Baum, Profesor Titular UNLP  y UNQ. Investigador del LIFIA